sábado, 3 de julio de 2010

Se la llevaron los hijos de puta

El dolor de cabeza todavía no cesaba y eran más de las tres de la tarde. Seguramente debe ser porque no he comido nada en todo el día…y es que pasarme toda la noche tomando vino y un par de cicatrices no podían dejarme de otra manera, pero no importa, porque tengo una amargura y un dolor en todo el cuerpo que no puedo ni quiero quitarme.

Ayer Estaba yo con la María, mi señora. Estamos juntos desde que éramos un par de cabros chicos, siempre yendo de un lugar a otro, haciendo de todo para sobrevivir. Iba con ella luego de haber vendido parches toda la tarde cuando nos encontramos al Henry, el choro más connotado de la calle Santo Domingo con Matucana, querido por todos en el barrio. Juntos nos fuimos a machetear e hicimos las monedas para un vinito. El Henry nos recibió con sus puertas abiertas en su humilde morada –su humilde mansión según el-, junto con el y la caja de vino nos acompañaba una improvisada fogata y el quiltro regalón del Henry.

Pasaban las horas y seguíamos ahí, hablando de la vida. Las cajas de vino iban una tras otra y cada vez nos reíamos con más ganas…nos reíamos de todo, de nuestra desgracia y de la desgracia ajena, la vida es una sola y hay que reírse. Con el alcohol en las venas decidimos ir en busca de algo para llenar el estómago. Eran cerca de las cuatro de la madrugada e Íbamos los tres junto con el quiltro vagando por el centro cuando cruzamos por Brasil y a lo lejos vimos una sirena que venía muy rápido hacia nosotros, no nos llamó la atención, a esta hora no es de extrañarse. El auto se acercaba cada vez con más violencia y podía observar a lo lejos la cara de ira de su conductor que manejaba hacia cualquier lado.

Todo pasó muy rápido, cómo lo único que le había metido al cuerpo era vino no estaba muy claro de lo que pasaba, sólo vi a la María llorando desgarradoramente en el suelo, el conductor y su copiloto –un par de pacos rasos- se habían bajado del auto, la cara de ambos era una mezcla entre sorpresa y miedo, se notaba que eran un par de pendejos, y como ultimo detalle en la escena estaba el cuerpo del Henry, desangrándose en la cuneta, inmóvil.

El par de pacos a pesar de que eran unos pendejos actuaron con prepotencia: ¡Al suelo! Le gritó uno a la María mientras el otro, aún perplejo, repetía la orden, la María le decía ¡Hueón lo mataste!, el copiloto la agarró del pelo y le gritó ¡te dije al suelo cabra culia’! Ahí desperté y salté a defender a mi mujer, pero el otro paco me agarró y me tiró al suelo junto a ella. Nos tenían ahí mientras escuchaba lo que decían: ¡Hueón, ¿que hacemos?! El otro le dijo ¡cállate!, solo son un par de curaos, les echamos la culpa y listo…decimos que los pillamos peleando.

Uno de ellos nos gritó y nos dijo ¡Ya se van pa’ dentro el par de hueones!, agarró a la María y comencé a forcejear con el, el otro me pegó un lumazo y caí en seco…desperté por los gritos de mi señora que venían de la patrulla que se alejaba, llorando en el suelo rogaba que no se la llevaran ¡no hemos hecho nada! Decía mientras caía desmayado.

Y así llegamos al día de hoy, tengo la caña más dolorosa de mi vida por haber perdido a mi amigo el Henry y a mi señora la María, nunca nadie se entero ni se enterará que mi señora se la llevaron para cubrir una mentira mientras los dos pacos continúan impunes…Los hijos de puta se la llevaron y no creo que la vuelva a ver.

Taps

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